Después de la tormenta

Ashael siempre tan correcto, con su prestancia elegante para ser un licántropo puro, quizás por eso me gustaba tanto, pues me hacía recordar a los chicos de clase media donde me críe, amigos de la infancia que apenas sabían cómo empuñar su mano derecha. Pero Ashael era diferente, su nobleza era un rasgo que para nada hacía disminuir su fiereza en combate, pues le había visto desde joven empuñar armas, practicar y combatir, sabía que lo haría bien, confiaba en él.

Bajé las escaleras para toparme con Doña Irene, que desde la cocina me gritaba -Ya era hora, deja a mi hijo tranquilo que tiene cosas que hacer, mejor ven a ayudarme que estos panecillos no se harán solos - Pude sentir sus palabras con acidez, a decir verdad ella nunca me había visto con buenos ojos, no le gustaba que me acercara a su hijo. Aún recuerdo la ves que la escuché decirle a Ashael lo fácil que podía deshacerse de mí y conseguir a las niñas más lindas del poblado, sobre todo aquellas que eran hijas directas de hombres honorables y "puros" de entre los licántropos.

Entré a la cocina y lavé mis manos con el agua recolectada para esa labor. luego me puse a amasar para cocinar aquellos panecillos, pero me encontraba intranquila con el clima de afuera sumado además la presencia de la madre que me miraba con desaprobación como si no supiera lo que estaba haciendo, pero lo cierto es que era buena cocinando. Ashael siempre me lo decía, que le gustaba como cocinaba, no pude evitar sonreír mientras su madre me hablaba -¿Qué haces riendo sola niña?, deja de estar en las nubes e intentemos apurarnos -

-Lo siento señora, ya me apuro, es que me acordé que... -No terminé la frase cuando ambas escuchamos los truenos y un par de caballos relinchar en la calle del frente. Ambas nos miramos seriamente y guardamos silencio para poder escuchar mejor, al parecer venían personas a caballo y eso nos puso tensas, aún teníamos vivos los recuerdos del último problema que vivimos, con el rapto de Erald. Pude notar como la tensión revivió en Doña Irene toda la preocupación de esa noche, así que me acerqué a ella para intentar calmarla poniendo mis manos en sus hombros, pero entonces Ashael bajó las escaleras dispuesto a salir pero no sin antes mencionar a la mujer con problemas y al hombre que venía detrás. Solo pude pensar para mis adentros que todo parecía sospechoso.

-¿Crees que sean los mismos que secuestraron a mis hijos? - Me dijo Irene susurrando palabras de miedo, lo pude notar en sus ojos los cuales apenas pestañaban. Podía sentir su corazón latir, supuse que estaba nerviosa por recordar a su hijo perdido -Ayúdalo - me dijo, pero no sabía que hacer pues podía ser mala idea intervenir. Aunque en esas escuchamos gritar a Ashael desde la calle -¡Ey, tú! ¡Deja a esa mujer en paz y vete sino deseas problemas!- ¿Mujer? ¿Qué mujer?... ambas nos miramos curiosas, estábamos dentro de casa y no queríamos observar que pasaba afuera por temor, aún estábamos alteradas de todo lo sucedido y ninguna tenía las agallas para hacer algo.

-¿Dónde está la bastarda mi buen amigo Ashael del moribundo de Valdimore? ¿Quieres quedarte con esa mujerzuela también?-

Sacudí mi cabeza confundida y miré extrañada a Irene que al parecer ella captó primero las palabras, lo primero era que parecía que el hombre conocía a Ashael, pero después recordé lo siguiente, ¿Bastarda? ¿a quién se refería?, solté a Irene para pensar mientras me cruzaba de brazos y llevaba una de mis manos a mi mentón aún con uno de mis brazos cruzados, Irene me seguía mirando extraño y no entendía por qué, hasta que algo terminó por encajar.

Desde que había llegado a la aldea de los labradores que me ponían apodos que odiaba, la huérfana, la sucia, la sin estirpe y varias cosas más por el estilo... pero había una que odiaba con mayor alevosía y era la bastarda de Valdimore, en alusión a la crianza que recibí del padre de Ashael. Irene lo sabía, lo comprendió inmediatamente cuando de aquel hombre salieron esas palabras, la bastarda no era la mujer que estaba defendiendo Ashael, la bastarda era yo... me estaban insultando a mí.

Irene nos conocía de pequeños, siempre mencionaba lo bien que se había criado su hijo sobre aguantar con tranquilidad las cosas que a otros harían explotar. Esa era también una de las cosas que ella odiaba de mí, mi forma de reaccionar pues yo era mucho más sentimental y agresiva que Ashael, después de todo esa era una de las cosas que a Ashael le gustaba de mí.

-Tranquila Arisey, no hagas nada estúp... - Pero no terminó de responder pues Ashael siguió gritando desde fuera de la casa
-Es un error el que vengas a enfrentarme, desgraciado- así que aproveché el momento de distracción de Irene para correr hacia las escaleras -¡Niña no! - Dijo la madre de Ashael que comenzó a seguirme. Fue así como entramos en la habitación de mi novio y su hijo, tomé mi arco y el carcaj de flechas e ignorando las recomendaciones de Irene abrí la ventana y apunté a aquel hombre calvo y grande.

-Te dije que era un error. SI vas a pelear, hazlo bien, y sobrio- Vi como Ashael lo botó al piso mientras yo le apuntaba con la flecha -¡Ashael, quítate y déjame matarlo!- Grité desde lo alto de la casa, estaba apuntando directo a su cien en el suelo, tenía mucha rabia por sus palabras, me traían malos recuerdos del mal trato de los adultos y de su obsesión con la pureza de los lobos.

Ashael me vio y pude entenderlo inmediatamente, sus ojos duros y oscuros me miraban con reproche, el me conocía perfectamente, conocía de mi carácter y de mi explosión, conocía de mis temores y de mi rabia, conocía lo que me dolía y conocía lo que estaba dispuesta a hacer.  Aún recuerdo los muchos de sus reproches en todos estos años en los que nos habíamos criado juntos. Él siempre había sido el niño de oro, todos y todas esperaban grandes cosas de él y ciertamente que saliera conmigo no era una de esas cosas, principalmente por aquel carácter que muchos me reprochaban, también sabía que él lo hacía.

La corta distancia que nos separaba, la lluvia y los truenos, la situación odiosa en lo que esto se había convertido no significaban nada ante esos ojos profundos bajo la lluvia que calaban hondo en mí. De pronto una sonrisa suya bastó para terminar mi odio y detestaba que hiciera eso, podía sacarme de mis lugares protegidos por mi consciencia y hacerme llegar a él como si fuera una niña mimada, todo eso y apenas recordaba el momento en el que me había aferrado tanto a él, o eso me decía a mí misma para aparentar una dureza que él lograba derrumbar fácilmente.

-Arisey, en verdad que no vale la pena lo que este sujeto diga, Sólo quiere conseguir que te enfades... No le des ese gusto- Allí estaba él, erguido frente a todo como el mejor, su postura precisa y heroica, como si nada pudiera pasar, incluso después de haber perdido a su hermano y casi haber perdido a su padre; incluso estando medianamente agotado y herido; ahí seguía, de pie, valeroso y guapo, no me había dado cuenta cuan vulnerable por él me había vuelto. -Me agradas cuando te enfadas- me sonrió y luego pateó al sujeto, no dejé de estar enfadada pero ahora me había sonrojado, odiaba lo fácil que era para él descomponerme, como lo odiaba.

Se acercó a aquel hombre y algo le dijo, pero por la distancia no pude oír nada, mientras mi muñeca seguía apuntando aquel arco buscando una apertura en Ashael para poder apuntarle al sujeto, pero éste no me dejaba. Además detrás de mí en la habitación de mi novio tenía a su madre, me tomaba el codo y me decía que no cometiera una locura, pero no sabía si iba a poder controlar mi rabia y ella también lo tenía presente.

-Necesito que me ayudes a llevar a este sujeto al sótano. Debemos interrogarlo. Lo necesitamos VIVO por si tiene pistas sobre mi hermano- Dijo más fuerte la palabra vivo para que entendiera lo que me decía –Maldita sea – Bufé fuertemente colocando mi arco tras mi espalda bajando la flecha, pude notar el alivio de Irene quien se llevó la mano al pecho. Bajé rápidamente las escaleras llegando donde Ashael enfadada –¿¡Contento ahora!? – Aún estaba sonrojada por lo anterior.

Tomé al tipo de uno de sus pies, no tenía intención de arrastrarlo de otra forma, sería por los pies o nada, no tenía intenciones de tratarlo bien o con delicadeza, Ashael lo sabía y estaba segura que me lo permitiría al menos. *¿No había alguien más afuera?* me pregunté mentalmente, pero miré a Ashael y él no decía nada acerca de aquello, así que preferí callar y seguir arrastrando al tipo.

Bufé a Ashael que me sonreía, sabía que después me vengaría, tal vez negando alguna de sus peticiones en el futuro, no pude evitar sonreír pensando esas tonterías, al menos tenía algo que entretenerme mientras llevaba al grandulón hediondo al sótano de la casa para atarlo con unas sogas. Admito que me costó bastante, pues era enorme y el chico de las uñas quebradizas Ashael no quiso ayudarme, al parecer disfrutaba de verme haciendo esfuerzos solo por complacerlo –Pareciera que lo disfrutaras maldito – Le sonreí, siempre me ponía en estas situaciones, ya hasta me parecía divertido que lo hiciera tan seguido.

Esperé un poco luego de atarlo, el tipo parecía lo suficientemente inconsciente y lo suficientemente bien atado como para no escapar, había hecho un buen nudo y nada parecía despertarlo, así que lo dejé ahí. Miré a Ashael y le dije –Me iré a bañar antes de la cena, que quedé con el olor a alcohol de este sujeto – Pasé junto a su lado riéndome y cuando llegué a su altura le susurré – No creas que te dejaré bañarte conmigo, bastardo.

Subí las escaleras para encontrarme con la madre de Ashael preocupada, le dije que no era nada y que ya me iría a bañarr, que me disculpara por no ayudarla a terminar los panecillos y la verdad es que no le agradó la idea de terminarlos sola, pero yo no quería apestar al tipo aquel luego de arrastrarlo hasta el sótano.

Off rol: Aquí termina mi participación, perdón lo poco pero como ya estaba terminando el rol pensé que sería mejor hacerlo cortito